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Una vez hice un garabato de muchos círculos y a lápiz en la mesa de al lado de mi compañero de pupitre. No sé si recuerdas esas mesas verdes que habitaban nuestras aulas de manera continuada año tras año.
He de decir que este año cumpliré 50 tacos, es decir, te estoy hablando del año 1984 aproximadamente, tenía 10 años.
Ni siquiera sé por qué lo hice. Se me ocurrió y le planté un garabato enorme sin que él se diese cuenta.
Se ve que aquel día mi cabeza andaba sola en formato ameba y no se me ocurrió otra cosa que aportar a la humanidad.
Yo era un crío formal, he de decirlo.
Tuve la mala suerte de que el profe vio el tachón en la mesa al rato y dijo todo serio que si nadie asumía la culpa el finde no nos íbamos de excursión.
Joder que mala suerte, era finde de excursión. Eran las míticas excursiones que te ponías nervioso.
Ya sabes, camping, colegueo, cotilleo del pelo que si a fulanito le gusta menganita pero no te chives … y a los 5 minutos ya lo sabía toda la clase.
Estas son las cosas que todos recordamos.
Bien, el asunto es que en ese momento no dije nada. Callado como un muerto.
Me fui a casa a comer y a meditar.
Por la tarde, a la vuelta, tenía que darle solución.
Realmente no había opción, lo tenía que confesar. Tenía que enfrentarme a mis miedos y asumir mi culpa.
He de decir, que en ningún momento se me pasó por la cabeza fallar a mis compañeros. La idea de que por mi culpa se quedaran sin excursión no asomó en ningún momento como posible opción.
Tampoco contemplé la posibilidad de que el profe fuese de farol. Probablemente fuera así, pero en aquél entonces tenía las preocupaciones de un niño de 10 años.
Bueno, que me desvío.
El caso es que asumir la culpa fue una gran lección que me ha servido para mi vida por varios motivos.
El primero es que no pasa nada. No es lo mismo vivir la fechoría en primera persona o como espectador. Mis miedos me rajaron por dentro por unas horas pero mis compañeros lo vivieron como una simple anécdota.
Lo segundo es que me sentí extraordinariamente relajado y tranquilo después de reconocer mi travesura.
Y tercero, es que una vez que afrontamos nuestros miedos todo tiende siempre a ir a mejor.
Lo pasamos en grande en el camping.
En las empresas veo situaciones muy parecidas.
Grandes directores de empresa con miedos de niño.
Bloqueos mentales, en muchas ocasiones circunstanciales, que no nos dejan dar pasos hacia adelante.
Nos sentimos abrumados.
Ese pensamiento de “lo dejo para la mañana” realmente es miedo a asumir nuestra culpa, nuestra responsabilidad.
Con la implantación de la IA en las empresas este bloqueo paraliza por completo el córtex cerebral a muchos CEO-s.
No en todos, pero sí en muchos.
Es natural, demasiados acontecimientos en torno a esta tecnología. Todo es abrumador y uno no sabe por donde le sopla el viento.
Y cuantas más semanas pasas bloqueado más bloqueo cerebral. Y así es muy difícil desbloquear nada.
Es una sensación que agobia.
Cuando uno no sabe cómo gestionar esta situación creo que lo más humano es pedir ayuda. Y si la ayuda se le pide a un grupo de personas con experiencia en ayudar a otras empresas en situaciones similares es casi seguro que llegarás a un estado de tranquilidad donde todo irá bien.
Aquí Unai,
Te recuerdo que sofoco Inteligencias Artificiales y me aprovecho de su tontuna para levantar oportunidades de negocio en negocios serios. Todo esto es AQUÍ
También te tengo que pedir que si algo de lo que te cuento te sirve como inspiración que no te lo quedes para ti y lo compartas reenviándolo, compartiéndolo en RRSS o invitando a otros a que se inscriban en unaimartinez.ai